Una restauración de época

Las restauradoras Marta Vilà, Julia Fritz i Letizia Di Liberto.
Las restauradoras Marta Vilà, Julia Fritz i Letizia Di Liberto.
Reportaje | Cultura
(06/02/2023)
La UB ha restaurado las puertas de la fachada principal del Edificio Histórico. Se ha encargado de ello un equipo liderado por Sonia Berrocal y Marta Vilà, restauradoras y profesoras del Departamento de Artes y Conservación-Restauración de la Facultad de Bellas Artes. Ambas conocen bien el patrimonio mueble de la casa: ya habían asumido otras restauraciones, entre ellas la de las puertas de la galería del Paraninfo (2017-2018). El resto del equipo lo formaban especialistas en las diversas tareas de restauración que debían hacerse.
Las restauradoras Marta Vilà, Julia Fritz i Letizia Di Liberto.
Las restauradoras Marta Vilà, Julia Fritz i Letizia Di Liberto.
Reportaje | Cultura
06/02/2023
La UB ha restaurado las puertas de la fachada principal del Edificio Histórico. Se ha encargado de ello un equipo liderado por Sonia Berrocal y Marta Vilà, restauradoras y profesoras del Departamento de Artes y Conservación-Restauración de la Facultad de Bellas Artes. Ambas conocen bien el patrimonio mueble de la casa: ya habían asumido otras restauraciones, entre ellas la de las puertas de la galería del Paraninfo (2017-2018). El resto del equipo lo formaban especialistas en las diversas tareas de restauración que debían hacerse.

La eliminación del barniz antiguo la ha llevado a cabo la empresa de Rafael Llibre, así como las primeras fases de aplicación del acabado de protección. En cuanto a los trabajos de consolidación estructural de la madera, han corrido a cargo de Julia Fritz, carpintera de formación alemana. La limpieza de las piezas de latón y las fases finales de aplicación del acabado han estado a cargo de la propia Julia Fritz y de Letizia Di Liberto, profesional del ámbito de las técnicas pictóricas formada en restauración. Ambas colaboran desde hace más de veinte años en restauraciones del patrimonio. «Yo misma he participado en todas las fases de la intervención y he llevado a cabo la dirección del trabajo junto con la conservadora-restauradora de bienes culturales Sonia Berrocal», explica Marta Vilà.

La intervención comenzó en enero. Previamente, en diciembre, se había hecho un riguroso examen organoléptico que había revelado un desgaste extremo y óxido en el barniz, grietas en la superficie de la madera y fragmentos con riesgo de desprendimiento, además de numerosas manchas de suciedad que estaban desgastando los tiradores de latón. Estas patologías se debían fundamentalmente a la orientación soleada de la fachada, y especialmente a su exposición a los agentes climáticos y ambientales externos.

«La restauración —explica Marta Vilà— era realmente necesaria: el barniz de la madera estaba absolutamente oxidado y agrietado. Puede decirse que ya no cumplía ninguna de sus dos funciones principales: la protectora y la estética. Además, las aplicaciones de latón estaban muy sucias». La intervención ha comenzado por eliminar el barniz, absolutamente degradado, hasta llegar a dejar la superficie de la madera lo más limpia posible. Posteriormente, se han llevado a cabo todas las labores de consolidación de la madera. Dado que, con el paso de los años, se habían ido realizando diversas reparaciones, ha sido necesario repasarlas para mejorar, dentro de lo posible, el resultado obtenido. Finalmente, se han limpiado las aplicaciones decorativas y todos los demás elementos de latón (manijas y planchas protectoras), que han sido debidamente barnizados para poder garantizar su conservación. Como última fase, se ha aplicado a toda la madera un tratamiento protector de lasur, un recubrimiento a base de resinas acrílicas que protege la madera sin acabar de tapar el poro y que, por tanto, deja que respire. Permite regular la humedad de la madera y le da un acabado muy natural, por lo que se pueden ver la veta y la textura. Actualmente, el lasur se considera el mejor tipo de acabado para la madera, ya que, además de protegerla, facilita el mantenimiento posterior.

Marta Vilà explica que «no ha habido dificultades sobrevenidas propiamente dichas, pero sí destacaría que la limpieza de las piezas de latón ha sido especialmente compleja, no solo por la suciedad, sino por los arañazos que, en algunos casos, presentaban y que son debidos, probablemente, a las sucesivas limpiezas a lo largo de sus más de 150 años de historia». «Por otra parte —añade Vilà—, una vez terminada la restauración de la madera y los metales, se ha hecho más evidente que la estructura de vidrio que ocupa el cuerpo inferior de las puertas está muy dañada y que habrá que restituirla por una lo más similar posible que permita dar por cerrada la intervención en ese conjunto de puertas».

Estaba previsto que la intervención durara cuatro semanas aproximadamente, pero se ha alargado por varios motivos, especialmente por la meteorología adversa, que ha dificultado las labores de restauración. Durante este período, se ha dispuesto un andamio móvil para poder efectuar los trabajos y siempre se ha mantenido transitable una de las tres puertas. Marta Vilà explica algunas de las complicaciones que pueden surgir en trabajos de este tipo: «Hace varios años, restauramos las puertas que dan acceso a la galería del Paraninfo. Esas puertas son macizas, todas de madera de roble, sin cristal ni combinación de ningún otro material más allá del hierro y el latón de los mecanismos de cierre. En ese sentido, podrían parecer más fáciles de restaurar. Pero no fue así, ya que están compartimentadas en casetones definidos por molduras de diversas formas y eso dificultó bastante la eliminación del barniz, ya que la superficie está llena de volúmenes y rincones».

«La fachada con las tres puertas destila una mezcla de arte e historia que define al edificio y la institución que representa»

La importancia de la restauración que se ha llevado a cabo ahora estriba en que su objeto «son las puertas originales que cerraban el Edificio Histórico ya en la década de los setenta del siglo XIX». «Por fotografías antiguas —explica Vilà—, sabemos que en 1933 ya habían sido modificadas: se sustituyó la parte central por cristales colocados en una estructura metálica, pero sus materiales, la madera de roble y el latón, así como su diseño, son testigo del momento en que se construyó el edificio y, a pesar de algunos cambios que se han llevado a cabo a lo largo de la historia, siguen siendo las que dan acceso a la sede de una institución que, gestionándose dentro de una arquitectura tan marcada por el peso de la historia, se ha desplegado por toda la ciudad y es líder en docencia, investigación e innovación». Y concluye: «La imagen de la fachada principal con las tres puertas destila una mezcla de arte e historia que, define los orígenes y la evolución de este edificio y la institución que representa».

Hemos hablado también con Agustí Alcoberro, vicerrector de Patrimonio y Actividades Culturales, para conocer su opinión sobre la valía del patrimonio de la UB: «En las últimas décadas, ha habido un importante cambio cultural en nuestra sociedad. Por todas partes, con muy escasas excepciones, el patrimonio histórico ya no se ve como un estorbo, sino como un elemento de identidad que da coherencia y prestigio a las instituciones. La nuestra es una universidad con casi seis siglos de historia, que sufrió un destierro por causas políticas en 1714, pero que, con el final del absolutismo, en el siglo XIX, pudo regresar a Barcelona. El inicio de las clases en nuestro Edificio Histórico en 1872, hace 150 años, marca el comienzo de su vinculación definitiva con la ciudad y con su historia». En este punto, es de justicia hacer referencia al «ingente patrimonio histórico de la UB, que no termina en el Edificio Histórico». Por el contrario, incluye edificios singulares de la ciudad como el Hospital Clínico y la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, también en el Eixample; la Facultad de Derecho, una obra de enorme modernidad inaugurada en 1959 en el Campus Pedralbes; el Palacio de Les Heures, donde residió el presidente Lluís Companys durante la Guerra Civil; los Pabellones Güell, una genial obra de juventud de Antoni Gaudí, o el Pabellón de la República, donde se custodia la mejor colección de carteles de la Guerra Civil: «Todo esto —reivindica el vicerrector— es patrimonio e identidad de Barcelona y de Cataluña».

Asimismo, Alcoberro nos explica que el Edificio Histórico «es el primer edificio monumental público construido al otro lado de las murallas». «Las primeras fotos —continúa— muestran el edificio en construcción situado al otro lado de los restos del baluarte de Tallers. Frente a un cinturón militar, utilizado desde 1714 para controlar la ciudad, renacía una institución destinada al conocimiento y con un lema suficientemente explícito, Libertas perfundet omnia luce, ‘la libertad lo ilumina todo con su luz’. Frente a las viejas torres de la muralla militar se construían la torre del Reloj, que ahora restauramos, y su torre gemela. Y todo ello se hacía en un contexto nada fácil, ya que durante cierto tiempo una parte del nuevo edificio fue ocupada por el contingente militar que había tenido que abandonar la Ciutadella al iniciarse su derribo».

Para Alcoberro, en definitiva, «la Universidad de Barcelona debe liderar un cambio conceptual que la sitúe como uno de los espacios más emblemáticos de la vida cultural de la ciudad, a caballo entre el respeto y la vindicación del pasado y su compromiso y responsabilidad social».