La UB se conjura para reducir el consumo energético

Reportaje | Sostenibilidad
(14/09/2022)
El propósito del nuevo año de la Universidad de Barcelona tiene un definido desiderátum: incremento cero de consumos. El rector de la UB, Joan Guàrdia, se muestra claro en este aspecto: «Entre todos, debemos detener el crecimiento sostenido de los últimos años en el gasto energético y evidenciar el compromiso de nuestra comunidad con el reto global de la sostenibilidad». Todo esto en una coyuntura nada favorable si tenemos en cuenta a las advertencias de diferentes organismos internacionales: la energía es el principal factor estorbador de la economía hoy en día. El incremento de los precios del gas natural o el petróleo y las consecuencias derivadas de la guerra de Ucrania han disparado los costes energéticos: se calcula que el incremento de la factura de la luz en el Estado español en 2022 se sitúa en un 67 %. Aunque parezca que los precios se están conteniendo en los últimos meses, la Gerencia de la Universidad de Barcelona calcula que el coste energético por la UB de cara al 2023 puede aumentar hasta los 18 millones de euros.
Reportaje | Sostenibilidad
14/09/2022
El propósito del nuevo año de la Universidad de Barcelona tiene un definido desiderátum: incremento cero de consumos. El rector de la UB, Joan Guàrdia, se muestra claro en este aspecto: «Entre todos, debemos detener el crecimiento sostenido de los últimos años en el gasto energético y evidenciar el compromiso de nuestra comunidad con el reto global de la sostenibilidad». Todo esto en una coyuntura nada favorable si tenemos en cuenta a las advertencias de diferentes organismos internacionales: la energía es el principal factor estorbador de la economía hoy en día. El incremento de los precios del gas natural o el petróleo y las consecuencias derivadas de la guerra de Ucrania han disparado los costes energéticos: se calcula que el incremento de la factura de la luz en el Estado español en 2022 se sitúa en un 67 %. Aunque parezca que los precios se están conteniendo en los últimos meses, la Gerencia de la Universidad de Barcelona calcula que el coste energético por la UB de cara al 2023 puede aumentar hasta los 18 millones de euros.

La Comisión de Crisis Energética, formada por un grupo de miembros de la comunidad UB, ha debatido cuáles podían ser las medidas efectivas y de rápida aplicación para reducir el consumo energético en la institución. Estas propuestas, que no alteran el funcionamiento normal de la UB, componen lo que se conoce como Plan de ahorro energético, que ha entrado en vigor con la entrada del año 2023. Este plan, sumado a las Medidas por favorecer la conducta ecológica responsable y la Hoja de ruta para implementar acciones de sostenibilidad en la UB, iniciativas de la Comisión de Desarrollo Sostenible aprobadas en el Consejo de Gobierno en julio de 2022, son el principal escudo de la institución para contribuir a los objetivos de sostenibilidad y luchar contra la subida de precios.

El compromiso colectivo de la comunidad UB será clave para conseguir el objetivo. Así lo reconoce la vicerrectora de Igualdad y Género, Montse Puig, responsable de la Agenda ODS de la UB, que asegura que «hay que promover la cultura del ahorro energético dentro de la institución. Hay pequeñas acciones que, con la voluntad de todos, pueden reducir su consumo. Apagar las luces, reducir la climatización o usar las escaleras en vez del ascensor son un ejemplo». Según Brugués Palmero, administradora de centro de las facultades de Física y Química y miembro de la Comisión de Crisis Energética, «buscamos la complicidad de todos para colaborar en el ahorro energético. Las medidas ya se han empezado a implantar y, con la difusión adecuada, intentaremos contribuir a reducir el gasto energético».

«Por orden, las áreas más intensivas desde el punto de vista energético en la UB son la climatización de los edificios, el alumbrado, el equipamiento asociado a las instalaciones de investigación —laboratorios, salas termostatadas, estabularios— y equipamiento informático, que en algunos casos comporta refrigeración asociada», apunta Josep Ignasi Piñol, jefe de la Unidad de Mantenimiento de la UB y miembro de la Comisión de Crisis Energética.

En el ámbito de la iluminación, se ha destinado una partida de 1,8 millones de euros para sustituir a los fluorescentes por ledes, actuación prevista entre junio y diciembre de este año. Un tubo led consume menos vatios para producir la misma cantidad de lúmenes que los fluorescentes, por tanto, la medida será esencial para reducir el consumo energético. La adecuación del alumbrado exterior de los edificios UB en momentos en los que no haya actividad y la racionalización del alumbrado interno, apagando completamente luminarias fuera del horario de funcionamiento de los edificios —por ejemplo, aparcamientos subterráneos—, son dos acciones más que se llevarán a cabo.

Los equipos informáticos representan un gran consumo energético. Un ordenador de sobremesa consume 285 vatios por hora. Dejarlo puesto en marcha hasta el día siguiente, en vez de apagarlo al final de la jornada laboral, multiplica su consumo por tres, según la Oficina de Seguridad, Salud y Medioambiente de la UB (OSSMA). Por eso, el plan prevé una serie de acciones que consisten en concienciar a la comunidad UB al apagar todos los equipos informáticos totalmente y no dejarlos en modo de espera y elaborar un registro de equipos que deben permanecer encendidos de forma permanente. De esta forma, el consumo generado será solo lo estrictamente necesario en función de requerimientos energéticos especiales como, por ejemplo, servidores informáticos.

La tercera área es la de la climatización. Una vez superada la pandemia de la COVID-19, se elimina la necesidad de ventilar constantemente algunos espacios de las facultades, como las clases. Esto significa un ahorro sustancial e inmediato, que evita un consumo de energía innecesario para mantener la temperatura. La segunda gran medida en esta área es el cumplimiento de Real Decreto 14/2022, de 1 de agosto, que establece temperaturas no inferiores a 27 grados en verano, y no superiores a 19 grados durante el invierno. Apagar los sistemas de calor en zonas comunes, reducir al máximo el uso de calefactores y estufas o aplicar restricciones horarias en la climatización son las acciones que completan la estrategia en este ámbito.

Al mismo tiempo, la UB pondrá en marcha una intensa campaña de comunicación y sensibilización —Somos responsables— que se extenderá a lo largo de todo el año 2023 y buscará la implicación activa de la comunidad UB en este objetivo común. Se trata de una campaña que además tendrá varias fases de desarrollo: información, concienciación, y acción. También impulsará acciones como la movilidad activa. Por último, la institución organizará cursos de formación sobre el consumo responsable y la emergencia climática para los tres colectivos: estudiantes, personal de administración y servicios y personal docente e investigador.

En el ámbito de la iluminación, se ha destinado una partida de 1,8 millones de euros para sustituir a los fluorescentes por ledes.

Brugués Palmero indica que existen determinados espacios que presentan desafíos a la hora de ahorrar energía: «Un edificio como el de la Facultad de Física y la de Química, con espacios abiertos de dimensiones considerables, como escaleras, pasillos y vestíbulos, tiene grandes gastos en climatización. Además, al ser dos facultades del ámbito científico, dispone de instalaciones que necesitan suministro energético 365 días al año». Palmero remarca que son las pequeñas acciones las que pueden marcar la diferencia: «Se han empezado a implementar ajustes en el alumbrado interior de las áreas comunes, se ha ajustado el horario y la temperatura de la climatización, y se ha trasladado a todo el personal la importancia de las decisiones individuales como apagar las luces y ordenadores cada vez que se abandona el despacho».

Por su parte, el decano de la Facultad de Ciencias de la Tierra y miembro de la Comisión de Crisis Energética, Albert Soler, explica cómo actuarán desde su centro: «El cambio de las bombillas de sobremesa, la regulación más eficiente de la climatización y la existencia de menos ordenadores en remoto, como consecuencia de la superación de la pandemia, son las acciones más directas para reducir el consumo energético que estamos impulsando desde la facultad». Soler remarca que para «ahorrar más, se necesita una mayor inversión que nos permita realizar determinadas actuaciones, como concentrar todos los servidores en una misma sala», hecho que permitiría reducir el consumo en refrigeración. Sin embargo, da por hecho que el personal del centro «se involucrará muchísimo en la consecución de los objetivos del plan». Y añade que «somos una facultad que hace docencia e investigación sobre cambio climático. Por tanto, tenemos muy interiorizados conceptos como la crisis climática, la economía circular o el nuevo modelo energético».

Piñol confía que «si la climatología es neutral, podemos esperar un ahorro de entre un 5 y un 10 %». «Debemos tener en cuenta que, durante 2020, en plena pandemia, los ahorros conseguidos ascendieron hasta el 22 %. Por tanto, una cifra realista sería un 10 %», afirma. El rector, Joan Guàrdia, remarca que «en primer lugar, hay que conseguir, que la curva de consumo deje de tener una tendencia monótona creciente incremental y, en segundo lugar, renegociar el coste por unidad consumida».

La participación de los estudiantes

Adrià Escribano es estudiante de Bioquímica en la Universidad de Barcelona. Considera que la implicación del alumnado es capital para conseguir el ahorro de energía en la UB: «Somos una pieza clave para que esto funcione. La mejor forma de motivarnos es hacernos partícipes de estas medidas y que no sean un simple documento. Organizar charlas, difundir vídeos publicitarios o recordar las medidas en las pantallas de las facultades pueden ser buenas iniciativas para que todo el mundo se comprometa con ese objetivo». Escribano, que también es miembro de la Comisión de Sostenibilidad de la UB, cree que la universidad debe ser «abanderada en un momento de emergencia climática y energética». Además, «Si sumamos pequeños esfuerzos individuales, el resultado puede ser sorprendente», concluye el estudiante.

Este año, la Universidad de Barcelona tiene un reto colectivo mayúsculo. ¿Lo conseguiremos?