La fuerza de la solidaridad

Reportaje | Solidaridad
(08/06/2022)
Albert Einstein decía que «quien tiene el privilegio de saber, tiene la obligación de actuar». Aparte de las tres misiones tradicionales desarrolladas por las universidades —docencia, investigación y transferencia de conocimiento—, ha sido la preeminencia de la cuarta —la responsabilidad como actor social— la que ha caracterizado históricamente a los centros universitarios. En el caso de la UB, la solidaridad es un rasgo distintivo de su ADN, un motivo de orgullo.
Reportaje | Solidaridad
08/06/2022
Albert Einstein decía que «quien tiene el privilegio de saber, tiene la obligación de actuar». Aparte de las tres misiones tradicionales desarrolladas por las universidades —docencia, investigación y transferencia de conocimiento—, ha sido la preeminencia de la cuarta —la responsabilidad como actor social— la que ha caracterizado históricamente a los centros universitarios. En el caso de la UB, la solidaridad es un rasgo distintivo de su ADN, un motivo de orgullo.

Los inicios de los años 90 del pasado siglo fueron tiempos convulsos para el continente europeo. Los diversos conflictos que estallaron en los Balcanes abrieron una herida en el corazón de Europa difícil de cerrar. Las imágenes de pueblos derruidos, fosas comunes y desplazados ocuparon espacios de máxima audiencia en los informativos. Desde la Segunda Guerra Mundial, el continente no recordaba un grado similar de destrucción. Srebrenica, uno de los agujeros negros de nuestra historia contemporánea, fue escenario del mayor asesinato masivo registrado en Europa desde 1945.

En este contexto, la Universidad de Barcelona firmó un convenio con la Asociación Catalana de Apoyo y Ayuda al Refugiado (ACSAR) en 1993 para acoger a estudiantes provenientes de zonas en conflicto. Elodia Guillamon, personal de Administración y Servicios (PAS) de la Oficina de Movilidad y Programas Internacionales (OMPI), lo recuerda como si fuera hoy: «A iniciativa del rector Bricall, la UB fue pionera en apoyar y acoger a estudiantes no solo de países en guerra, sino también de otras zonas inestables. Por ejemplo, en el curso 1995-1996 tuvimos nueve estudiantes de Bosnia, Perú, Cuba y el Sáhara Occidental en régimen de acogida».

Esta iniciativa, mediante la cual la UB ofrecía matrícula gratuita y alojamiento en uno de los colegios mayores a los beneficiarios del programa, fue una de las acciones más destacadas que impulsó la Universidad en la década de los 90 y abrió un camino de solidaridad universitaria que cristalizó con la Fundación Solidaridad UB.

Carles Martí, que en aquella época era jefe de la OMPI, visitó Bosnia-Herzegovina en 1994 como miembro de una delegación que envió la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) para reconstruir las universidades locales: «Fuimos muy pronto; todavía había hostilidades, lo que hizo que no extrajéramos muchas conclusiones de aquella primera incursión. Pero nuestra presencia fue muy importante como reconocimiento y esperanza de futuro». La UB colaboró también de forma decisiva en más iniciativas impulsadas desde Cataluña para apoyar a Bosnia, como fue el caso del exitoso Distrito 11, promovido por el Ayuntamiento de Barcelona, que entonces lideraba Pasqual Maragall.

Diferentes semillas

Xavier López, director de la Fundación Solidaridad UB, explica cuál fue la génesis de la Fundación: «Había precedentes de actuaciones solidarias en el seno de la universidad, como la Fundación Món-3. Gracias a la insistencia de los estudiantes y la determinación de los responsables de la Universidad, se creó una estructura con el fin de cohesionar esa trayectoria de solidaridad y transformación social en el seno de la UB».

«La lectura de estos más de veinticinco años de historia es positiva —dice López—, puesto que han posicionado a la UB como actor social de referencia en los ámbitos de construcción de la paz y las labores de solidaridad, tanto a escala nacional como internacional». Con un equipo de dieciocho personas, Solidaridad UB se estructura por proyectos: el área de educación para la ciudadanía global, orientada a promover la integración curricular de la educación por la paz y los derechos humanos; un área de refugiados e inclusión; el área de cooperación y formación universitaria para el desarrollo, y los temas de memoria democrática, que se vehiculan a través del Observatorio Europeo de Memorias (EUROM).

«Se trata de salir de los muros de la Universidad para ser efectivos allí donde nos necesiten»

El currículo de actuaciones de la Fundación es amplio y ha tenido distintos ámbitos de intervención a escala mundial. Uno de ellos fue Timor Oriental, donde la profesora de derecho constitucional de la UB Mar Aguilera trabajó primero para Naciones Unidas, en 1999, y después con el apoyo de Solidaridad UB. Timor Oriental, colonia portuguesa hasta la invasión indonesia de 1975, es uno de los ejemplos contemporáneos más paradigmáticos de violencia y vulneración de los derechos humanos. El triunfo de la opción independentista en la consulta de 1999 desató una oleada de violencia que tuvo como objetivo atemorizar a la población civil. Con su bagaje en trabajos de observación internacional en más de treinta países, Aguilera recuerda la experiencia en Timor con tristeza: «La misión de quince días, que tenía el apoyo de Solidaridad UB, tenía como objetivo ver cómo podíamos ayudar al país a reconstruirse. La situación sobre el terreno era muy precaria, puesto que el país estaba devastado».

Otro país a cuyo proceso de construcción de paz ha contribuido Solidaridad UB de forma decisiva ha sido Colombia. El profesor de derecho de la Universidad de Barcelona David Bondia, actual síndico de agravios de Barcelona, fue codirector del Instituto de Estudios Interculturales, una entidad orientada a la justicia social y el fomento de la paz en el país. Bondia, que lleva más de veinte años colaborando con la Fundación en entornos como los de Palestina o Marruecos, afirma que uno de los grandes retos en la resolución del conflicto en Colombia fue crear un clima de cultura de paz: «Fue muy difícil. Había que hablar mucho con las víctimas y escucharlas, sobre todo a las invisibles. En eso consistió el proyecto de Solidaridad UB: en contar y visibilizar las historias menos conocidas, tanto en el país sudamericano como en Barcelona». «Era fundamental que indígenas, campesinos y afrodescendientes —añade Bondia— participaran en el proceso de paz. Por eso Solidaridad UB participó en la creación del Instituto, para dar voz a quien normalmente no la tiene en conflictos tan enquistados como el de Colombia».

Bosnia-Herzegovina es otro de los focos de acción de Solidaridad UB. «Veintiséis años después del fin de la guerra, el país dibuja un mapa social muy dividido por grupos étnicos y religiosos impuesto por la clase dirigente; es difícil encontrar espacios donde las diversas culturas se mezclen con normalidad, tal y como era habitual antes de la guerra», afirma Oriol López, coordinador del Observatorio Europeo de Memorias (EUROM). Por eso, desde 2018 la Fundación organiza anualmente un intercambio de jóvenes de Cataluña y Bosnia, que forman parte del Consejo de la Juventud de Barcelona y de la Youth Initiative for Human Rights, de Bosnia. «Con estos intercambios —apunta el coordinador—, queremos contribuir a la interacción entre jóvenes de diversos grupos y colectivos para que sean activos en la definición y el desarrollo de iniciativas memoriales en su país».

Siria: el gran reto

López lo tiene claro: si de algún proyecto se siente especialmente orgulloso, es del programa de apoyo a personas refugiadas y provenientes de zonas de conflicto. Nacido en la UB en 2016 para hacer frente al drama humanitario de Siria, una de las medidas que primero puso en marcha fue un curso de acceso a la universidad dirigido, en una primera fase, a estudiantes sirios, aunque posteriormente incorporó a ciudadanos de otras zonas en conflicto. Ahora, se ha puesto en marcha una nueva edición dirigida a estudiantes ucranianos. En total, han pasado más de cuarenta estudiantes por las aulas: cuarenta vidas recuperadas.

«Es donde mejor se observa el binomio acción-resultado —dice López en referencia al programa de acogida—. Hemos recibido a gente que había pasado por situaciones muy duras en todos los aspectos y que, con un esfuerzo comparativamente pequeño, han podido recuperar su horizonte de vida». La coordinadora de este programa, Cati Jerez, comparte el diagnóstico: «A raíz de la ola de indignación que despertó la imagen de Aylan en las costas turcas, la sociedad civil europea se preguntó qué podía hacer para ayudar a Siria. La UB tenía claro que podía apoyar en el ámbito humano y académico, evitando que se truncaran las carreras universitarias de muchos jóvenes y ayudándolos a recuperar su horizonte vital».

Sara Carmona es mentora académica de los estudiantes acogidos en la Fundación Solidaridad UB. Su misión es acompañar, orientar y apoyar emocionalmente a los alumnos para que puedan completar con éxito el curso de transición a la universidad. «La posibilidad de ofrecer continuidad a sus vidas no tiene precio —dice Carmona— y la recompensa está en el día a día, cuando ves que aprueban un examen, se enamoran, hacen amigos y, en definitiva, vuelven a disfrutar».

La luz al final del túnel

El paso del tiempo no borra recuerdos y vivencias. Guillamon rememora la historia de un estudiante de Medicina peruano amenazado por Sendero Luminoso al que la Universidad de Barcelona le ofreció la posibilidad de iniciar una nueva vida en nuestro país: «También tengo presentes las caras de todos los chicos y las chicas bosnios que llegaron en aquellos años huyendo de la guerra en su territorio».

Una de esas historias en Barcelona la escribió Liliana Zoranovic, a quien le faltan palabras para agradecer suficientemente a los colaboradores de la UB la oportunidad de «ser una catalana más». Zoranovic llegó a Barcelona en 1994 procedente de Sarajevo. Como ella reconoce, tardó mucho en huir de su país, que vivía una cruenta guerra desde 1992. Finalmente, desembarcó en Barcelona tras hacer escala en Croacia. «Un amigo me animó a probar suerte —asegura Zoranovic— y preguntar si la UB me acogería. Yo era muy incrédula. Pero me dijeron que sí y, en el primer año, incluso me permitieron ir de oyente a las clases del INEFC, que era la carrera que quería hacer». Un sueño que se inició en 1995 y que culminó con éxito en 2000. Ahora es profesora de educación física en un instituto de secundaria de Badalona.

«La historia es cíclica. Desgraciadamente —dice Zoranovic— las guerras nunca terminarán. Con Ucrania se me han despertado los antiguos demonios. Todo el sufrimiento que ahora vemos a través de la televisión o de las redes sociales, yo lo he vivido en mi piel». Por eso es tan importante que las universidades, como la UB, den apoyo académico a los estudiantes «que nos hemos quedado sin país y sin familia», concluye la profesora.

Shahid Sbeih llegó a Barcelona procedente de Siria en octubre de 2016. Después de completar el curso de transición en la UB y una formación para especializarse en producción audiovisual, a partir de septiembre reanudará los estudios de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Barcelona. «Al principio fue muy difícil —dice Sbeih—, sobre todo por el tema del idioma. Mi lengua era el árabe y me costó adaptarme, pero todo salió bien». «La Fundación Solidaridad UB me ha ayudado mucho. Yo llegué muy joven, con dieciocho años, y quiero destacar mucho el apoyo psicológico que me dieron. Para mí, fue esencial tener una mano tendida a la que agarrarme para poder superar todos los traumas», afirma la estudiante.

Atalayando el horizonte

«Hemos intentado optimizar al máximo —afirma Xavier López— la capacidad de la Universidad de Barcelona, ​​que, como es obvio, tiene recursos limitados, tratando de tener la máxima incidencia posible con la máxima agilidad posible». Y añade: «Se trata de salir de los muros de la Universidad para ser efectivos allí donde nos necesiten».

«Siempre te queda un punto de insatisfacción porque nunca puedes resolver todo lo que querrías, pero creo que podemos sentirnos orgullosos de la labor solidaria de la UB», concluye López.