Paul Preston: «Conocemos con cierta exactitud los crímenes cometidos en la zona republicana, pero es mucho más difícil saber las víctimas que causó el franquismo»

«Creo que no hay ninguna contradicción entre hacer una cosa muy seria, basada en la investigación, y explicarla de forma clara y amena.»
«Creo que no hay ninguna contradicción entre hacer una cosa muy seria, basada en la investigación, y explicarla de forma clara y amena.»
Entrevistas
(29/08/2016)

El prestigioso hispanista Paul Preston fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona el 14 de junio. Preston es catedrático de Historia Internacional en la Escuela de Economía de Londres (LSE), donde dirige el Centro Cañada Blanch de Estudios de la España Contemporánea. Además de su labor investigadora, es reconocido por su espíritu crítico y por la defensa de las libertades. Autor de numerosas publicaciones, entre las que destacan Franco: «Caudillo de España», El holocausto español. Odio y exterminio durante la Guerra Civil y después, o La Guerra Civil española: reacción, revolución y venganza, la obra de Preston profundiza en los temas más relevantes y debatidos de la historia española del siglo XX. Durante su discurso de investidura reconoció una «extraña fascinación por Barcelona». De hecho, se queja de que cuando viene a esta ciudad no puede pasear tanto como quisiera porque debe atender numerosas peticiones de entrevistas.

 

«Creo que no hay ninguna contradicción entre hacer una cosa muy seria, basada en la investigación, y explicarla de forma clara y amena.»
«Creo que no hay ninguna contradicción entre hacer una cosa muy seria, basada en la investigación, y explicarla de forma clara y amena.»
Entrevistas
29/08/2016

El prestigioso hispanista Paul Preston fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona el 14 de junio. Preston es catedrático de Historia Internacional en la Escuela de Economía de Londres (LSE), donde dirige el Centro Cañada Blanch de Estudios de la España Contemporánea. Además de su labor investigadora, es reconocido por su espíritu crítico y por la defensa de las libertades. Autor de numerosas publicaciones, entre las que destacan Franco: «Caudillo de España», El holocausto español. Odio y exterminio durante la Guerra Civil y después, o La Guerra Civil española: reacción, revolución y venganza, la obra de Preston profundiza en los temas más relevantes y debatidos de la historia española del siglo XX. Durante su discurso de investidura reconoció una «extraña fascinación por Barcelona». De hecho, se queja de que cuando viene a esta ciudad no puede pasear tanto como quisiera porque debe atender numerosas peticiones de entrevistas.

 

La Universidad de Barcelona tiene en marcha el proyecto del Banco de ADN de víctimas de la Guerra Civil para ayudar a los familiares que están buscando los restos de personas asesinadas durante la contienda. ¿Cómo se trataban los restos de las víctimas en los dos bandos, el sublevado y el republicano?

Había una diferencia increíble. Primero, hay que tener en cuenta que existe una diferencia cuantitativa colosal entre ambas partes. Y respecto al tratamiento de los restos, en el bando franquista no se hacía nada. Al comienzo, con las columnas africanas que subían desde Sevilla, quedaban muchísimos muertos en las cunetas y no se hacía ningún esfuerzo por identificarlos. En aquella época se mató a una enorme cantidad de gente. Después, los franquistas intentaron legalizar más o menos lo que hacían, o dar una imagen de legalidad, y como mínimo se sabía cuáles eran los muertos. Hubo diferentes etapas de la masacre, y a eso hay que añadir que el régimen de Franco comenzó de modo distinto en cada lugar.

En la República era muy diferente: las autoridades hacían un esfuerzo por identificar a los muertos, a las víctimas de las atrocidades de los criminales comunes, los anarquistas, o la extrema izquierda.

A partir del 40, los franquistas hicieron un esfuerzo por identificar a sus víctimas. Y además exagerando de una forma... Se creó una gran institución nacional que se llamaba Causa General. Invitando a toda la población a que cada uno denunciara a sus vecinos, se llegó a una cifra de 80.000 víctimas. Pero estos 80.000, después, con las investigaciones serias, se han reducido a 50.000, porque se produjeron muchas repeticiones al registrar a los fallecidos. Por ejemplo, si alguien de Jaén había muerto en Madrid, se contaba dos veces: entre las víctimas de Jaén y entre las víctimas de Madrid.
De todo ello resulta que conocemos con cierta exactitud los crímenes cometidos en la zona republicana, pero es mucho más difícil saber las víctimas que causó el franquismo.

 

Además del restablecimiento de los restos de las víctimas a los familiares, existe también un interés histórico.

La cuenta no se puede hacer sin los nombres. Por ese motivo, el equivalente andaluz de lo que aquí es el Memorial Democrático se llama Todos los Nombres. Porque eso es lo más importante. Hasta ahora hemos llegado a tener los nombres de unas 135.000 personas, pero hay provincias donde no se ha hecho nada. Porque son las provincias más bien del PP y hay muchos obstáculos... Y luego está el problema de las fosas comunes, porque no se sabe de quién son los huesos. Por tanto, celebro mucho esta iniciativa del Banco de ADN, me parece muy importante.

 

Ya que estamos en Cataluña, ¿cree que el anticatalanismo es una constante histórica en la política española que impide encontrar una solución a la situación actual?

Sí. Por ejemplo, ahora mismo estoy trabajando en la gran crisis del sistema de la Restauración. Quizás la única solución posible de los problemas de entonces era la solución que ofreció Cambó. Y una de las razones principales por las que no tuvo éxito fue precisamente por el anticatalanismo de las oligarquías agrarias de Castilla y Andalucía.

Lo que ha pasado es que este anticatalanismo se ha esparcido, sobre todo en la época actual, con la televisión. Hace un par de años fui a una boda. Eran unos amigos griegos y había una chica española que no hablaba inglés, de modo que me pidieron que la atendiera yo, ya que hablo español. Empecé a hablar con ella, que era de Cáceres, y me preguntó si yo sabía español y si iba mucho a España. Le contesté que sí, y al preguntarme ella que a dónde, le dije que últimamente había ido mucho a Barcelona. Y me dijo: «Yo odio a los catalanes». Le pregunté por qué y contestó: «Porque nos han robado todo». «¿Cómo que te han robado todo, qué es lo que te han robado?». «Pues todo...». Creo que esto es consecuencia de los discursos de la radio y la televisión.

 

Usted escribe libros con una importante vertiente divulgativa. En esta visita a Barcelona, por ejemplo, ha presentado la versión en cómic de su obra La guerra civil española. ¿Lo hace porque le gusta escribir o porque cree que como investigador tiene la responsabilidad de divulgar?

Yo diría que por ambas cosas. A mí me gusta escribir, y me da vergüenza si lo que escribo no se puede leer. Creo que no hay ninguna contradicción entre hacer una cosa muy seria, basada en la investigación, y explicarla de forma clara y amena. Me gusta escribir y además no sé qué otra cosa podría hacer. Estos días, en que he visto algunos amigos aquí y hemos conversado mucho sobre la jubilación, un amigo decía: «Es una maravilla, porque puedo escuchar ópera, estoy aprendiendo solfeo...». Yo no, yo tengo una sensación que no sé si es de culpabilidad: no puedo no trabajar. No puedo. Yo, cuando tenía 35 años, ya había ganado una cátedra, me habían ofrecido ser rector..., y lo único que a mí me gustaba era dar clases y escribir.

Hace un par de años, una revista académica estadounidense me hizo una larga entrevista. El profesor que me entrevistó me dijo: «Usted es muy ambicioso, ¿verdad?». «Y por qué piensa usted que soy ambicioso?», le pregunté. «Porque sigue escribiendo, porque sigue publicando libros». Esta es la mentalidad académica estadounidense: se publica para tener beneficios. Evidentemente, a mí me gusta que se vendan mis libros. Es obvio que eso me gusta mucho porque tengo que alimentar a la familia, pero no lo hago por eso.

 

A lo largo de su carrera, ¿cómo ha sido la relación con los investigadores catalanes, y en concreto de la Universidad de Barcelona?

Durante el franquismo estaba haciendo mi tesis, y mis relaciones eran más bien con otros estudiantes que estaban haciendo las suyas. En aquella época, vine solo una vez a Barcelona. Vivía en Madrid, y dado que mi investigación versaba sobre cuestiones agrarias y de minería, hice viajes al sur, por toda Andalucía, y a Asturias. Como el tema de la tesis era el enfrentamiento entre el PSOE y la CEDA, no había mucho que decir sobre Cataluña. Después, cuando ya empecé a escribir libros, comencé a conocer gente de aquí, a viajar por tierras catalanas. Con motivo de la publicación de mi tesis, me invitaron a dar algunas conferencias aquí, y entonces conocí a Josep Fontana, Josep Termes, Francesc Bonamusa. Luego, a través de mis lecturas, empecé a conocer a otra gente. Sí, a lo largo del tiempo he tenido mucha relación, muy fructífera, con la gente de aquí. Sobre todo con Gabriel Cardona, que era muy, muy amigo mío.