Joan Anton: «Para afrontar la radicalización islámica es necesario diseñar planes globales que fomenten la cultura cívica democrática»

Joan Anton es uno de los responsables en Barcelona del máster interuniversitario de Analista de Inteligencia.
Joan Anton es uno de los responsables en Barcelona del máster interuniversitario de Analista de Inteligencia.
Entrevistas
(03/09/2015)

Se atribuye a la Asociación Americana de Psicología esta definición en relación al concepto de inteligencia: «Los individuos difieren unos de otros en la habilidad de comprender ideas complejas, de adaptarse eficazmente al entorno, de aprender de la experiencia, de encontrar diversas formas de razonar, de superar obstáculos mediante la reflexión. [...] El concepto de inteligencia es una tentativa de aclarar y organizar este conjunto complejo de fenómenos». La definición se ajusta bastante bien al discurso de Joan Anton, catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la UB y autor de Islamismo yihadista: radicalización y contrarradicalización (Tirant Editorial, 2015), una obra dirigida a ampliar los conocimientos sobre la actuación en esta materia de los mandos policiales, los altos cargos públicos e institucionales, los líderes políticos, los dirigentes sociales, los especialistas académicos y los expertos en seguridad. Especialista en teoría política, inteligencia y análisis estratégico, Anton plantea el papel decisivo del análisis estratégico y el desarrollo de planes globales para contrarrestar los riesgos del islamismo radical y los peligros del terrorismo yihadista.

Joan Anton también es uno de los responsables en Barcelona del máster interuniversitario de Analista de Inteligencia, coordinado por la Universidad Carlos III de Madrid, y en el que también participan la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid) y la UAB y la UB (Barcelona). El máster, que este año llega a la tercera edición, tiene por objetivo formar profesionales para trabajar como analistas en unidades de producción de inteligencia, servicios de estudios, análisis prospectivo, gabinetes de planificación estratégica de empresas, organizaciones no gubernamentales e instituciones y órganos de las administraciones públicas.

 

Joan Anton es uno de los responsables en Barcelona del máster interuniversitario de Analista de Inteligencia.
Joan Anton es uno de los responsables en Barcelona del máster interuniversitario de Analista de Inteligencia.
Entrevistas
03/09/2015

Se atribuye a la Asociación Americana de Psicología esta definición en relación al concepto de inteligencia: «Los individuos difieren unos de otros en la habilidad de comprender ideas complejas, de adaptarse eficazmente al entorno, de aprender de la experiencia, de encontrar diversas formas de razonar, de superar obstáculos mediante la reflexión. [...] El concepto de inteligencia es una tentativa de aclarar y organizar este conjunto complejo de fenómenos». La definición se ajusta bastante bien al discurso de Joan Anton, catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la UB y autor de Islamismo yihadista: radicalización y contrarradicalización (Tirant Editorial, 2015), una obra dirigida a ampliar los conocimientos sobre la actuación en esta materia de los mandos policiales, los altos cargos públicos e institucionales, los líderes políticos, los dirigentes sociales, los especialistas académicos y los expertos en seguridad. Especialista en teoría política, inteligencia y análisis estratégico, Anton plantea el papel decisivo del análisis estratégico y el desarrollo de planes globales para contrarrestar los riesgos del islamismo radical y los peligros del terrorismo yihadista.

Joan Anton también es uno de los responsables en Barcelona del máster interuniversitario de Analista de Inteligencia, coordinado por la Universidad Carlos III de Madrid, y en el que también participan la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid) y la UAB y la UB (Barcelona). El máster, que este año llega a la tercera edición, tiene por objetivo formar profesionales para trabajar como analistas en unidades de producción de inteligencia, servicios de estudios, análisis prospectivo, gabinetes de planificación estratégica de empresas, organizaciones no gubernamentales e instituciones y órganos de las administraciones públicas.

 

¿Qué es el islamismo radical y cuáles son los conceptos clave para entenderlo?

Es muy importante distinguir entre islam, islamismo y yihadismo o terrorismo. El islam es una religión, el islamismo es la vertiente política del islam, y el yihadismo es la radicalización para conseguir objetivos políticos con métodos violentos. Si no distinguimos estos tres conceptos, les estamos haciendo el trabajo a los terroristas. Es determinante, por tanto, estar atentos a las killing words, a las palabras que matan.

 

De acuerdo, diferenciamos. ¿Cómo se ha llegado al arraigo y la expansión del yihadismo?

En mi opinión, la expansión del yihadismo tiene como fuente principal la forma catastrófica de conducir el tema por parte de Estados Unidos, una serie de errores como fueron, en primer lugar, apoyar a los islamistas radicales en la guerra de Afganistán y, en segundo, la no menos catastrófica guerra de Irak, con el derribo del Estado iraquí y el desmantelamiento del ejército y la policía. Debe añadirse que la conceptualización de la guerra contra el terrorismo es, de entrada, un error. La reacción positiva es la que tuvo España a raíz de los atentados de Madrid, es decir, tratar el tema desde una vertiente policial y de seguridad.

Actualmente se suman dos problemas: el primero, la serie de Estados fallidos que surgen en Libia, Irak y Siria, y el segundo, el relieve que el Estado Islámico le ha proporcionado a Al-Qaeda. Cabe remarcar, además, un hecho: tenemos el problema importante de saber integrar democráticamente a 44 millones de personas que actualmente profesan la fe islámica en Europa. Debemos conseguir que la base social que profesa la religión musulmana perciba el discurso extremista como teorías o ideas de locos, al tiempo que debemos entender que no nos enfrentamos a una religión, sino a una ideología totalitaria. Y en Europa sabemos muy bien qué es una ideología totalitaria: solo es necesario recordar el fascismo del primer tercio del siglo XX.

 

¿El papel de los Estados Unidos ha sido decisivo?

La política que ha llevado a cabo Estados Unidos en la zona ha multiplicado la gravedad de la situación: recordemos las actuaciones en Abu Ghraib, por ejemplo. Tras la desaparición de la URSS, Estados Unidos se convierte en la potencia hegemónica y, por tanto, cualquier acción por su parte es absolutamente decisiva en política internacional. La Unión Europea puede ser un gigante económico; pero no es más que un enano político.

 

¿Cuáles son las estrategias que deben emprenderse para tratar de resolver el problema de la radicalización?

La cuestión clave es pasar de una actitud reactiva —hacer cosas cuando pasan cosas— a una actitud proactiva: adelantarse a los acontecimientos. También es decisivo abandonar la idea errónea de que este es un problema exclusivamente de seguridad que tan solo podremos solucionar con una actuación represiva. El problema es más complejo, y como todos los problemas complejos existe una multiplicidad de causas que lo provocan. La forma adecuada de encararlo es dejar de lado la creencia de que solucionaremos el tema con un comportamiento represivo y pasar a abordarlo y entenderlo en todas sus vertientes. Un elemento fundamental para ello es desarrollar políticas públicas proactivas que abarquen no solo lo que se refiere a la seguridad, sino también el ámbito educativo, social y económico. En este sentido existen cuatro países que están desarrollando planes nacionales de contrarradicalización: Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca y Noruega. Sería importante analizar lo que se está haciendo en estos países, que siguen directrices genéricas de la Unión Europea y que están trabajando sobre todo a partir del liderazgo de las administraciones locales, las que están más cerca del ciudadano y por tanto las que tienen más instrumentos para actuar sobre el territorio. Creo que se debería estudiar a fondo qué funciona y qué no funciona en la implementación de los planes de estos cuatro países, elaborar un modelo genérico y, a partir de este modelo, ver qué se puede extrapolar e implementar en el nuestro.

 

¿Podríamos decir que la radicalización islámica tiene similitudes con otras corrientes de radicalización social?

Podemos decirlo, sí. En Noruega, por ejemplo, están muy preocupados por el crecimiento de la extrema derecha. La radicalización es un problema genérico con distintas vertientes. Cuando un grupo se radicaliza, independientemente de la ideología, el problema es el mismo. Se ha de encarar cualquier fenómeno de radicalización, sea cual sea la forma que adopte. Ya sean los que hemos mencionado o bien los grupos antiabortistas, o animalistas, o cualquier otro. La democracia es asumir el conflicto y buscar y canalizar la solución por medios pautados. Uno de los elementos clave que deben desarrollarse como barrera contra procesos de radicalización es aumentar la cultura cívica democrática.

 

¿La Europa en crisis es terreno abonado para la expansión de la radicalización islámica?

La crisis, obviamente, agrava cualquier problema. Decíamos antes que en Europa hay 44 millones de inmigrantes, y la crisis les afecta particularmente porque su coste se ha hecho recaer en las clases medias y en las más populares. En situación de crisis se agrava cualquier problema y es cuando más se requiere una respuesta democrática.

 
¿Y no se produce?

Falta capacidad de análisis. El problema se encara desde diferentes vertientes; pero de forma aislada: se analiza, por un lado, educativamente; por otro, en el aspecto sanitario; por otro, desde el punto de vista policial. Sin embargo, es necesario que haya unidades departamentales con capacidad para analizar globalmente los problemas cuando son tan relevantes.

 

¿Existen estas unidades en nuestro país?

A nivel estatal existe el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que tiene capacidad para hacer este tipo de análisis globales. No obstante, en el ámbito geográfico anglosajón hay un área de conocimiento que se denomina intelligence studies, y eso no existe en España. Desde hace una década, varias universidades y grupos académicos estamos desarrollando líneas de investigación al respecto. Es un tema muy novedoso que vamos introduciendo progresivamente, sobre todo porque la sociedad necesita este tipo de desarrollo académico. El Estado necesita desarrollar inteligencia económica; las grandes empresas, en un mundo globalizado, necesitan desarrollar inteligencia competitiva. Desde hace diez años existe en Madrid, en la Universidad Rey Juan Carlos, una cátedra sobre este ámbito; en la Carlos III, también en Madrid, hay un instituto de investigación. En Barcelona, desde hace pocos años, ​​la UAB y la UB también están desarrollando líneas estratégicas sobre estos temas. En colaboración con Madrid, existe en estos momentos un máster propio interuniversitario de Analista de Inteligencia, con edición en Barcelona y ​​liderado por la UAB y la UB.

 

¿Qué perfil tienen los alumnos que acceden al máster y qué metodología docente siguen?

Los alumnos pueden acceder desde cualquier rama de conocimiento, tanto si su formación es científica como social. El acceso al máster no requiere unos conocimientos concretos previos; porque sigue métodos propios que piden una capacidad analítica estándar. El análisis es el elemento prioritario, es decir, profundizar en una metodología analítica específica que permita llegar a conclusiones sólidas para tomar decisiones en el ámbito empresarial —desde el punto de vista económico— o en las administraciones —desde el punto de vista político. Las clases se estructuran en módulos, con una participación muy activa del alumnado y elaborando determinados materiales que desembocan en un trabajo con conclusiones sólidas.

Son decisivas las prácticas. El máster tiene convenios con diferentes administraciones y empresas donde el alumno aplica sus conocimientos sobre análisis como si ya estuviera trabajando por su cuenta: recibe un encargo y ha de cumplirlo, de forma individual o en grupos de trabajo, bajo la supervisión de un tutor que guía esta práctica desde la idea inicial hasta el informe final.

 

A la Universidad se le pide con frecuencia una vinculación más estrecha con la sociedad, que sea más rápida y eficiente retornando su conocimiento; pero a menudo tampoco se la escucha mucho. Lo hemos visto por ejemplo en cuanto a los consejos y advertencias de académicos internacionalmente reconocidos sobre la gestión de la crisis económica europea. ¿Qué razón explica que no se tengan suficientemente en cuenta informes y dictámenes de expertos?

A menudo el poder quiere oír lo que desea oír. Y eso, obviamente, es la negación del análisis, que debe tender a la objetividad y al rigor. Uno de los asuntos que comentamos últimamente en la red internacional los que nos dedicamos a estos temas es que sería interesante desarrollar un proceso de formación para los políticos, con el fin de que entiendan qué es lo que piden cuando piden información y de que incrementen su capacidad de comprensión cuando reciben los análisis. Son temas complicados porque, por ejemplo, cuando una empresa realiza un posicionamiento de mercado, se enfrenta a sus competidores, y eso se le hace complicado de armonizar. Pero hay países que llevan años trabajando en esta línea, y lo que deberíamos hacer es averiguar qué les ha funcionado y qué no, y tomar nota de ello. No hacerlo es perder el tren de la competitividad.

 

Volvamos a la radicalización islámica. Un titular en la prensa escrita le atribuía esta declaración: «El Estado Islámico está condenado a morir». ¿Mantiene la afirmación?

Lo que dije exactamente es que desaparecerá a medida que la zona se estabilice desde un punto de vista geoestratégico. Es una zona particularmente conflictiva, como también lo es la zona de los Balcanes, y detrás está el problema árabe-israelí, el problema de Palestina, que lo hace aún más complicado. Lo que Occidente debería hacer es intentar, a toda costa, estabilizar la zona, empezando por Túnez, Libia, Irak y Siria. Túnez es un buen aliado. Túnez y Libia deberían ser los puntos prioritarios de esta estabilización.

La radicalización es un proceso: la fase última es el terrorismo. Hay decir que los cuerpos policiales lo están haciendo muy bien. También sería parte del diseño de un plan nacional de contrarradicalización formar a los periodistas, formar a los medios de comunicación para establecer políticas de comunicación homogéneas que promuevan la cultura cívica democrática, un grado más adecuado de integración de la población de otras religiones y la creación de una opinión pública favorable a la integración democrática. Actualmente, estamos en una situación de coexistencia entre las diferentes etnias; pero deberíamos conseguir superar este estadio para llegar a la convivencia armónica en un espacio cívico compartido. Después, en el ámbito de las creencias, que cada uno mantenga las suyas.

Para afrontar la radicalización islámica es necesario que los poderes públicos entiendan más y mejor el fenómeno, así como diseñar planes globales que fomenten la cultura cívica democrática: todos debemos asumir que estamos en una sociedad multicultural formada por cristianos, mahometanos, budistas... Como ciudadanos, debemos estar plenamente convencidos de que la mejor forma de resolver los conflictos es escuchar a las partes implicadas y llegar a acuerdos.

 

A su parecer, ¿qué papel deberían desempeñar los medios de comunicación en el tratamiento de las informaciones sobre este tema?

Deberían huir del sensacionalismo, del titular por el titular. Los medios deben ser conscientes de que su opinión es importante porque, a su vez, crea opinión, y por tanto debe pensarse muy bien. Yo he sugerido crear, desde diferentes instancias el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed), el  Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) y el Instituto Catalán Internacional para la Paz (CIP) un seminario permanente de expertos para estos temas. Una de las primeras acciones será la organización de un seminario para medios de comunicación de masas.

 

¿Y la sociedad civil? ¿Qué papel tiene a la hora afrontar este tema?

De entrada, entender que el paisaje urbano ha cambiado. Mi barrio, tal y como era cuando yo era pequeño, ya no existe. Los cambios se deben asumir y todo el mundo debe entender que todos tenemos derechos y obligaciones y que lo que nos hace falta es crear espacios compartidos de convivencia y respeto mutuo. Y esto se debe potenciar desde todas las instancias: desde la cúpula del Gobierno hasta la última administración local.