El derecho a escoger tu propio nombre

Dolors Pulido, Hever Márquez y Diego Marchante, en la Facultad de Bellas Artes.
Dolors Pulido, Hever Márquez y Diego Marchante, en la Facultad de Bellas Artes.
Institucional
(28/11/2016)

Hace unas semanas saltaba la noticia de que, a partir de ahora, en Cataluña se implantará un nuevo modelo sanitario que deja de considerar la transexualidad como una enfermedad. Es decir, la persona que quiera vivir con su sexo sentido no deberá superar un diagnóstico psiquiátrico para acceder a tratamientos hormonales o a operaciones de reasignación de sexo, como ocurría hasta ahora. Se trata de una medida sin precedente en Europa, que normaliza la realidad del colectivo transexual. En esta línea, la Universidad de Barcelona ponía en marcha este curso un protocolo pionero para facilitar el cambio de nombre a las personas transexuales y transgénero de su comunidad universitaria. Un gran paso hacia la igualdad, al permitir tanto al alumnado como al profesorado y al personal de administración y servicios escoger el nombre que los identifica, independientemente de lo que consta en su DNI.

Dolors Pulido, Hever Márquez y Diego Marchante, en la Facultad de Bellas Artes.
Dolors Pulido, Hever Márquez y Diego Marchante, en la Facultad de Bellas Artes.
Institucional
28/11/2016

Hace unas semanas saltaba la noticia de que, a partir de ahora, en Cataluña se implantará un nuevo modelo sanitario que deja de considerar la transexualidad como una enfermedad. Es decir, la persona que quiera vivir con su sexo sentido no deberá superar un diagnóstico psiquiátrico para acceder a tratamientos hormonales o a operaciones de reasignación de sexo, como ocurría hasta ahora. Se trata de una medida sin precedente en Europa, que normaliza la realidad del colectivo transexual. En esta línea, la Universidad de Barcelona ponía en marcha este curso un protocolo pionero para facilitar el cambio de nombre a las personas transexuales y transgénero de su comunidad universitaria. Un gran paso hacia la igualdad, al permitir tanto al alumnado como al profesorado y al personal de administración y servicios escoger el nombre que los identifica, independientemente de lo que consta en su DNI.

La Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas prevé este cambio de nombre de uso legal, pero requiere un margen de al menos dos años para que sea efectivo: es el tiempo para obtener la certificación médica. Esto provoca que durante ese periodo, en el que la persona ya está en tratamiento, se dé una paradoja entre su apariencia física y su nombre. Para salvar esta contradicción, la Universidad de Barcelona aprobaba en septiembre este protocolo que permite que todo aquel que lo desee pueda utilizar un alias que sustituya su nombre en todas las actividades que no tengan implicaciones legales. Concretamente, estamos hablando de cambiar el nombre en el correo electrónico, el campus virtual, el carné universitario o las listas de clase. De esta forma, se asegura la protección de los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero e intersexuales en el ámbito universitario.

Un proyecto gestado en poco más de un año

La medida ha sido impulsada por la Unidad de Igualdad de la Universidad de Barcelona, después de múltiples demandas de docentes y alumnos de la Facultad de Bellas Artes. Diego Marchante es uno de ellos. Profesor asociado del Departamento de Artes Visuales y Diseño de dicha Facultad, explica que la primera vez que solicitó el cambio de nombre en la web de la Universidad fue hace cinco años: «En ese momento me dijeron que era imposible hasta que no cambiara el DNI, ¡pero para ello podían pasar años!». Sin embargo, recuerda «el caluroso apoyo» que recibió por parte del Departamento y la Facultad, «que participaron muy activamente para conseguir que cambiara mi nombre en la puerta de mi despacho y en mi buzón». Luego conoció el caso de alumnos de la Facultad en la misma situación y no lo dudó: era el momento de hacer algo.

La Comisión de Igualdad de la Facultad de Bellas Artes fue la primera puerta a la que llamaron, «hace más de un año», y de ahí pasaron a la Unidad de Igualdad de la Universidad. La respuesta fue inmediata. Todos juntos elaboraron la propuesta de protocolo. «El objetivo estaba claro: hacer posible el derecho a que las personas sean llamadas de acuerdo con el nombre del género con el que se identifican», explica Dolors Pulido, presidenta de la Comisión de Igualdad de la Facultad de Bellas Artes. El apoyo del Vicerrectorado de Administración también fue clave en el proceso, pues consiguió que la propuesta fuera aceptada por el equipo rectoral y posteriormente elevada al Consejo de Gobierno de la Universidad, que la aprobó el pasado 21 de septiembre.

«Me enteré de la noticia por WhatsApp después de una mañana de muchos nervios», recuerda Diego. Y continúa: «Lo primero que sentí fue una gran euforia y satisfacción. ¡Por fin me sentía reconocido por la Universidad! Llamé a mi familia muy contento y les dije: “Si hemos podido cambiar la Universidad, qué no podremos cambiar”». Un sentimiento que comparte Hever Márquez, estudiante de tercer curso de Bellas Artes: «Ahora podemos decidir nuestro trato dentro de la Universidad, aunque no tengamos el DNI cambiado. Es el reconocimiento a la persona que eres y no a la que te han obligado a ser». Asegura que esta medida evitará «situaciones incómodas y confusas», y que facilitará el camino «a nosotros mismos y a los que vendrán detrás de nosotros». Explica también que la respuesta del resto de compañeros ha sido muy positiva: «Nos han llegado felicitaciones y se ha valorado mucho nuestra valentía. «“¡Ya era hora!” ha sido la frase más repetida», añade Diego.

Paso fundamental hacia la igualdad y la inclusión

El protocolo de la Universidad de Barcelona sigue la línea de otras propuestas ya existentes, pero incorpora dos novedades importantes. En primer lugar, incluye a las personas transexuales y transgénero, «siendo más inclusivo con aquellas personas que se encuentran en tránsito o con aquellas que rechazan una concepción binaria del género», apunta Diego. Y, en segundo lugar, rechaza la solicitud de certificados médicos, que pueden ser patologitzantes para las personas trans «al diagnosticarlas como trastornados mentales».

Las personas que deseen solicitar el cambio de nombre deben dirigirse a la Unidad de Igualdad de la Universidad, donde se les realizarán entrevistas personales pero no se les exigirá información que pueda vulnerar su derecho a la intimidad. El proceso para hacer efectivo el cambio de nombre, desde el momento en que se acepte, no superará las tres semanas. La maquinaria ya está en marcha: «Las primeras solicitudes nos han llegado de las facultades de Matemáticas, Medicina y Bellas Artes», afirma Dolors Pulido. Y este es solo el principio: «Personas trans de otras universidades se están poniendo en contacto con nosotros para ver cómo pueden aplicarlo a sus propios espacios. Poco a poco se está conformando una pequeña comunidad transinteruniversitaria», afirma Diego, orgulloso.

«En la universidad puedes ser tú mismo y a nadie le importa»

«Desde muy pequeño, mi comportamiento no fue el de una chica normal. El día que me cortaron el pelo fui la persona más feliz del mundo», recuerda Diego Marchante. La adolescencia fue un momento confuso y complicado, pero la llegada a la universidad lo cambió todo: «Empecé a investigar sobre este malestar que no acababa de entender. Indagando en el arte y el feminismo encontré muchos referentes que me hicieron darme cuenta de que era un chico trans. Yo era uno más, y lo mejor de todo: teníamos una historia común. Aquel año cumplí veintiuno». De eso, han pasado ya diez años.

La experiencia vital para la mayor parte de personas trans es bastante compleja: «Históricamente, formamos parte de uno de los colectivos más despreciados por la sociedad. Nuestra historia, además de ser un relato lleno de sufrimientos, es también una historia de empoderamiento colectivo», afirma Diego. Las transformaciones sociales que se han producido en España en los últimos años son consecuencia de cuarenta años de lucha del movimiento trans. «El reconocimiento legal de nuestra realidad ayuda a nuestras familias a reconocernos, cada vez más, no como un problema sino como personas excepcionales. Pero todavía quedan muchos espacios que siguen siendo hostiles para las personas trans», lamenta.

En este punto, recuerda el caso de Alan, el menor trans de diecisiete años que se suicidó en 2015 víctima de acoso escolar. Alan había recibido recientemente la autorización para cambiar su nombre en el DNI, pero eso no fue suficiente para paliar todo el dolor que padecía desde hacía tiempo. «Me hubiera gustado poder decirle: “Va, Alan, aguanta un poco más. Aunque esta etapa es una mierda, puede que en la universidad encuentres los referentes que buscas... Que aquí puedes ser tú y a nadie le importa..., que aquí te miden por el coco y no por el bigote..., ¡que aquí te llaman por tu nombre!”».

Sin duda, la puesta en marcha de este protocolo es un hito importante, pero aún queda mucho camino por recorrer. En este sentido, el colectivo trans de la Universidad está en contacto con la Unidad de Igualdad para desarrollar futuras propuestas: «No nos quedaremos parados. No forma parte de nuestro ADN», concluye Diego.